GLEYZER Y AMAYA
P R E S E N T E S E N B O E D O
El pasado no es un lastre, es una referencia de por qué somos como somos. También es un compendio de personas, hechos y cosas que tal vez no queramos perder, nos empobrecería como sociedad. Nuestra identidad -conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás, según el Diccionario de la Real Academia Española- está hecha de lo que somos y de lo que fuimos. En Boedo, la cuidamos de maneras diferentes y valiosas. Las siguientes dos notas nos hablan del Centro Cultural El Surco que mantiene viva la memoria de Raymundo Gleyzer, documentalista desaparecido en 1976; y de la Plaza Mario Abel Amaya que lleva el nombre de quien fuera diputado de la UCR por la Provincia de Buenos Aires, desaparecido en 1977.
RAYMUNDO GLEYZER
UN ARMA CARGADA DE FUTURO
El Frente Cultural Raymundo Gleyzer nació a principios del 2005 por la iniciativa de un grupo de jóvenes militantes que veíamos en la cultura una apuesta política, que no solo permita dar batalla en el territorio de la cultura, en el marco de la confrontación de ideas, sino que además nos de la posibilidad de armar una fuerza política capaz de disputar el poder a quienes hoy lo detentan. Con estos objetivos, en la Av. Boedo 830 fundamos el Centro Cultural El Surco y, recientemente, la FM Boedo 88.3.
Raymundo Gleyzer nació el 25 de septiembre de 1941, fue periodista pero su pasión se inclinó rápidamente hacia el cine. Se graduó en la Escuela Superior de Cine de la Universidad de la Plata. Trabajó en canal 7 y canal 13, como camarógrafo y periodista, y como cineasta se especializó en el cine documental, lo que lo acercó a la miseria de los campesinos del noroeste de Brasil o a la “congelada” revolución mexicana. Se formó en el marxismo y comenzó a militar en el Partido Comunista en sus inicios para pasar a principios de los 70` a encausar su trabajo político como militante de la cultura en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) donde formó junto a otros compañeros el “Cine de la Base ”, una herramienta comunicacional al servicio del Partido, a partir de la cual documentó la “Masacre de Trelew”, “Swift”, “Ni olvido ni perdón”, “Los traidores” y “Las tres A son las tres armas” ya sin su presencia física. El 27 de mayo de 1976 es secuestrado y desaparecido por la dictadura militar.
Raymundo fue un artista militante que de forma incansable intentó mostrar desde su obra los flagelos que el capitalismo hacía sufrir a los habitantes de nuestra América Latina. Luchó por una cultura al servicio del pueblo, de forma organizada en un partido revolucionario dejando un legado de fuerte compromiso político que ha sido tomado por muchos jóvenes que han visto como el neoliberalismo ha separado de forma injusta la cultura de la política. De una manera sintética Raymundo describe su compromiso, que como en aquellos tiempos es motor de vida de muchos otros hoy en día, “Nosotros no hacemos films para morir, sino para vivir, para vivir mejor. Y si se nos va la vida en ello, vendrán otros que continuarán…”
El Frente Cultural Raymundo Gleyzer toma su legado de una cultura comprometida políticamente y de una realidad que permita una forma de organización social diferente, de la única manera posible, organizada. Como coincidiríamos con Raymundo, nuestra apuesta cultural es una apuesta política.
Centro Cultural El Surco
Nació en el Valle Inferior del Rio Chubut. Sus padres eran maestros rurales en Dolavon, y habían migrado provenientes de la Provincia de San Luis en la década de 1920. Cursó sus estudios primarios y secundarios en Trelew. Cuando contaba con 16 años, en las elecciones de 1951, se acercó como militante a la Unión Cívica Radical. Realizó sus estudios universitarios en las universidades de Córdoba y Tucumán, donde mantuvo una activa militancia en el movimiento reformista. Al recibirse de abogado, se radicó en Trelew, instalando su estudio jurídico junto con Patricio “el Oso Romero, un destacado dirigente peronista. Amaya se orientó a asesorar trabajadores y sindicatos. A comienzos de la década de 1970 comienza a defender a presos políticos detenidos en la cárcel de Rawson, destacándose entre ellos el dirigente sindical Agustín Tosco. En 1972 se produjo una fuga de presos políticos de las organizaciones guerrilleras Montoneros y ERP, durante la cual un gran grupo quedó atrapado en el aeropuerto de Rawson. En esa ocasión los fugados exigieron como garantía la presencia de los abogados radicales Mario Amaya e Hipólito Solari Yrigoyen. Pocos días después varios de los detenidos serían asesinados en lo que se conoce como la Masacre de Trelew. Poco después Amaya fue detenido por la dictadura que gobernaba en ese momento. Amaya adhirió desde su origen al Movimiento de Renovación y Cambio que lideraba Raúl Alfonsín, enfrentado a la línea conservadora que dominaba el radicalismo, encabezada por Ricardo Balbín. En 1973 se presentó en su provincia como candidato a diputado nacional, ganando y asumiendo el 25 de mayo. El 19 de Octubre de 1976 muere, presumiblemente en la cárcel de Devoto, el Dr. Mario Abel Amaya, afectado por una severa crisis asmática, aparentemente sin recibir medicación y con evidentes muestras de haber sido maltratado físicamente. Sus restos fueron sepultados en la Ciudad de Trelew.
PLAZA MARIO ABEL AMAYA
Si esta crónica hubiese sido escrita por un admirador del realismo mágico, seguramente diría que hay un lugar en el barrio de Boedo donde el olvido y la memoria combaten a diario. Silenciosamente, como le gusta al olvido. Tozudamente, como le gusta a la memoria.
Ese lugar es un pedacito de tierra más chico que un terreno común al que la palabra plaza o incluso plazoleta le queda grande. La historia nos cuenta que las grandes batallas se hicieron sobre enormes superficies, pedazos del país a defender o a conquistar, pero cuando es la memoria, la propia historia la que se pretende conquistar las batallas casi no se notan. Un triángulo rectángulo formado por las calles Colombres, Constitución y la línea imaginaria de la bajada de la autopista delimitaron el terreno generado por la lógica demolicionista de la última dictadura militar. Fue el 28 de Noviembre de 1989 que por decreto 44098 del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires firmado por el entonces Intendente Carlos Grosso que se dio vida a la idea del Concejal Roberto Maratea de hacer una plazoleta en el predio como homenaje y recuerdo al abogado Mario Abel Amaya desaparecido durante la Dictadura 1976 – 1983. Ese fue el comienzo de una batalla que aún perdura. En los años 90 donde se cambiaban viajes a Miami y fotos con el Pato Donald por fábricas, paraguas de a un peso por la pérdida de derechos laborales, un pasado digno por ningún futuro, cuando la plaza es remodelada y se trata de borrar el nombre original. Se la llamó (y aún algunos la llaman) plaza de los aromos o plaza de los ciegos. El olvido tiene sus estrategias y en este caso, poniendo algunos plantines aromáticos por aquí y por allá dedicaron la plaza a los ciegos que podrían, en teoría, disfrutar de los perfumes de las plantas. Claro, el olvido no tuvo presente que esa plaza estaba en una de las esquinas mas peligrosas de la ciudad. Colombres, Cochabamba y la bajada de la autopista no hacen una escenografía amable para los no videntes. Tan claro fue el accionar del olvido en todo esto, que a la fecha no hemos podido encontrar una plaza o pedazo de plaza que tenga estos canteros aromáticos para deleite o estímulo para los ciegos. Solo en la Plaza Mario Abel Amaya. Hoy la batalla sigue. En su última remodelación, fue enrejada, se le quitó el anfiteatro y solo un pequeño cartel, sobre las rejas que la separan de las personas en la calle Constitución hay un pequeño cartel que dice “Plaza Amaya”.